Un día en que estaba muy atemorizada, recé pidiendo a Dios su amparo. Mi enemigo era oculto y perverso, alguien a quien yo creía un amigo fiel y cordial. Mi error fue grande al confundirle. Nunca lo odié ni guardé rencor, por que él fue la vía torcida para llegar al camino recto de mi Dios Padre.
No, no estuve en el Gólgota, de hecho, fue en la soledad de mi cuarto dónde ví a Jesús Cristo por primera vez con ojos diferentes, le ví dolido por nuestros pecados