El Señor oye al pobre

Hoy guardaré silencio un minuto para escuchar a Jesús

1 de octubre, 2011, Tlahuac, México.- Despertamos con la sorpresa de que el retiro de un día, “Taller de Reconciliación”, calculado para 50 personas llegó hasta 90 y algunos ya quedaron programados para el siguiente. Según nos decía la promotora del retiro Rosa Linda y el coordinador de logística el Dr. Fernando, muchas personas apoyaron esta realización, incluso sacrificaron el retiro por servir a otras personas.

A las 8:30 iniciamos pidiendo la bendición de Nuestro Señor, de manos del Pbro. Juan Cadena, vicario de la parroquia de San Pedro Apóstol de Tlahuac. Sabiendo que “el Señor jamás desoye al pobre”(Salmo 68), comenzamos por comprender la estructura, el sentido y la necesidad de la oración pues la oración es un dialogo con Dios, con nuestro prójimo o con nosotros mismos. La oración no es un verso apresurado, es una plática que surge desde el corazón para ser escuchado y escuchar. La conciencia de que este retiro es un taller, significaría que habría que trabajar para alcanzar ese diálogo, pues “El Señor jamás desoye al pobre”.
Habría que descubrir la presencia del Señor. Es es el primer paso para encontrarnos con el Padre, y llegamos al Padre mediante el hijo con el Espíritu Santo.

Ese día tenia el sello de Santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones y que mejor misión que regresar al Padre con el perdón que nos concede en el amor, buscando la reconciliación con Dios, nuestro prójimo y nosotros mismos.

A las 10:00 de la mañana todos se unían para descubrir 7 palabras que definieran a Dios, al Prójimo y a uno mismo. Naturalmente el Amor, Paciencia, y la Piedad entre otras virtudes fueron asignadas a Dios, pero la infidelidad, irresponsabilidad y demás características fueron asignadas al prójimo, los que guardaban coraje contra éste y hacia si mismos los que se miraban devaluados o estaban contrariados con ellos mismos. Fue muy claro observar que es muy complicado relacionar al prójimo conmigo mismo con los atributos que se sumaron en esa asamblea. Sin embargo, faltaba considerar que Dios siempre esta y ha estado con nosotros, ahí en el fondo del corazón. Luego entonces lo que hace falta es dejar que las virtudes de Dios fluyan por nosotros de tal manera que podamos transformar nuestra percepción tanto del prójimo como de nosotros mismos. En eso radica la bendición del perdón, en lugar de olvidar o aceptar, transformar nuestra percepción hasta lograr descubrir la bendición de ese hecho o la bendición que está en esa persona. Parece un tema difícil, pero estando Dios con nosotros ¿qué puede ser imposible?.

Así comenzaron todos la tarea de hacer una oración personal hacia si mismos tomando como ejemplo de oración a Dios: el Padre Nuestro. Y el ave maría y la oración a Santa Teresita como ejemplo de oración al prójimo. Una oración que hablara de nuestra pobreza acompañado de la riqueza de Dios nuestro Señor en nosotros pues: “El Señor jamás desoye al pobre”

El desayuno, luego la meditación al estilo jesuita, pero caminando por entre las calles hasta el Lago de los Reyes de Tlahuac, que se convertía en su desierto, donde podían meditar con responso… «de donde vengo”. Para luego, al salir de ese lugar, meditar por entre las calles, saludando a todos los parroquianos… “A donde voy”. Regresando a la parroquia y meditar… “donde estoy”, tratando de enriquecer esa oración personal, apoyada en Dios y en el salmo que dice: “El Señor jamás desoye al pobre”

La comida fue una continua revelación de las posibilidades que tiene la vida si uno está atento a las enseñanzas que el Señor nos comparte, tanto a través de las personas como de los hechos, pues “El Señor jamás desoye al pobre”.

La oración seguía fluyendo a algunos les sorprendía la extensión en sus cuadernos, a otros los descubrimientos que realizaban, pero poco a poco se daban cuenta que “El Señor jamás desoye al pobre” y siempre esta atento a sus necesidades. A las 5 de la arde, nos citamos en la capilla de la colonia La Habana a 20 minutos a pie desde la parroquia.

En un ambiente confortable, con unos jóvenes músicos sensibles al momento, comenzamos el taller del perdón. Dejándonos abrazar, incluso acurrucar, en los brazos del Señor para continuar ese camino propuesto hacia el fondo donde el amor tiene su trono y algunas veces está bloqueado el paso por resentimientos y rencores que nos impiden gozar el amor aún en el duelo y el sacrificio. El sagrario cerrado, pero presente Cristo extendiéndose a cada uno. El padre Juan Cadena entregaba el sacramento de la reconciliación.

La oración continua del perdón iba alcanzando la paz deseada y a remover viejos recuerdos que algunas veces hasta habíamos olvidado o disimulado en el baúl de los recuerdos. Terminando el taller del perdón, sólo había algo más importante que hacer. Y el Padre Juan expuso el Santísimo y los músicos acompañaron ese instante donde los hijos se reunían con el Padre en el hijo con el Espíritu Santo, en amor, paz y perdón.

Algunos consultaban en privado con Juan Manuel, el facilitador del retiro, estrategias para implantar el perdón en sus vidas. La salida fue en paz, con la confianza de que: “en mi debilidad está mi fortaleza”, pues “El Señor jamás desoye al pobre”