Quien tiene paciencia, sabe que al final del esfuerzo encontrará lo que busca. Ten paciencia, confía que el Espíritu Santo te mostrará el resultado de tu inquietud y te dará la paciencia, perdón y amor que tu espíritu alcanza en la humildad … “Levántate, toma tu camilla y anda». Alma mía, de pronto parece que la obscuridad se apodera de tu vida, te descubres paralizada y aprisionada, reconoces la desolación y aquel camino de libertad que antes creías entender en tu paso por la tierra parece un recuerdo lleno de melancolía. Tal vez busques culpables y te reproches a ti misma tus errores y debilidades; tratando de justificar el desierto que vives. Pero en el fondo de tu corazón reconoces la presencia del amor que clama por expresarse y liberarte de tu prisión. Tu amor parece escondido en una prisión
En tu desesperación tratas de condenar a tus prójimos como los causantes de este momento sinsentido que encarnas. Los rencores parecen agolparse en tus sentimientos y en haces un especial esfuerzo por mirarte digna, comienzas de separarte de todo aquel que, a juicio tuyo, te debilitó, te insulto o fue causa de algún dolor. Condenas y encuentras la soledad del verdugo.
La ira se convierte en grito callado, un grito que resuena como eco en tu conciencia, el enojo ocupa el lugar del amor y el rechazo parece ser la mejor solución. Continúas tu mirada en la ira y comienzas a escuchar y seguir el camino de la destrucción para volver a construir. En un desplante soberbio perdonas, pero ni olvidas ni aceptas; llevas la cuenta de cada ofensa que recibiste y la guardas en tu corazón, como muro para resguardar tus errores. Reclamas la paja ajena y escondes la viga que tienes frente a ti.
Has creado un mundo a la altura de tu vanidad y pretendes que tu egoísmo sea la medida de la justicia. Sin embargo en tu corazón se anida el amor con que fuiste creada y que reclama suave y pacientemente su presencia en tu conciencia. El amor quiere mostrarte el camino, la verdad y la vida libre del egoísmo. Te repite: “niégate a ti misma”, “Toma tu cruz” y “sígueme”(Mt 16:24). Que lejanas parecen esas palabras de tu realidad.
Pero el amor no hace basura, alma mía, eres un amor encarnado en este mundo, ese dolor y obscuridad que tienes es la crisálida, la casa donde el gusano se convierte en mariposa. Se paciente, aun este día pasará y pronto verás cómo se desenvuelven tus alas del espíritu. Este momento de quietud es tiempo de oración con el Padre nuestro, de reconfortarse con la presencia del Hijo y aguardar el Espíritu Santo que te llevará al amor maduro y consiente. Ten paciencia alma mía, el amor no te ha abandonado ni nuca lo hará.
Alma mía permite que el amor te transforme, perdona descubriendo la bendición que hay en la ofensa y la deuda, pregunta y reconfórtate en la oración. Esta noche obscura, este desierto que vives es un espacio de conciencia que parece vacío y sin sentido, cuando en verdad es una maduración que te hará dar las mejores flores y frutos de tu amor. Un gusano no comprendería el vuelo de la mariposa, ni se miraría surcando las alturas del cielo. Ten paciencia en tu crisálida, en este espacio en el tiempo y deja que quien te creo y ha dado todo por el amor que te merece te transforme. Paciencia, deja que el Espíritu Santo te muestre la altura que puede alcanzar tu espíritu apoyado en la profundidad de la humildad… Paciencia, perdona y ama. Llegará el momento en que escucharás: Tus pecados son perdonados, “levántate, toma tu camilla y camina”(Jn 5: 8)… ”has sido curado, no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán cosas peores” (Jn 5: 14).
(RDP)