11.- Se fiel en la amistad

Miraré a alguien que esté enfadado: como una persona que pide ayuda, en lugar de una persona que me agrede.

Margarita María: «Di mis quejas a mi buen Maestro (…) ¿Cómo he de acordarme de lo que pasó ya hace cerca de veinticinco años?»

Él le responde:

Jesús: «¿No sabes que soy la memoria eterna de mi Padre celestial, que jamás olvida cosa alguna y ante la cual lo pasado y lo futuro son presente? Escribe, pues, sin temor, todo, según te lo dictare, que te prometo derramar en lo que escribas la unción de mi gracia afín de ser por este medio glorificado. (…) Quiero enseñarte que no te debes apropiar de esas gracias ni ser mezquina en distribuirlas a los demás, ya que he querido servirme de tu corazón como de un canal (…) y para hacer ver que soy la Verdad eterna que no puede mentir, que soy fiel a mis
promesas, y que las gracias que te hice pueden resistir todo género de exámenes y pruebas»

Acto de Contrición

¡Dulcísimo Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estás vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tenéis en vuestra presencia, pidiéndonos perdón de nuestra culpa e implorando vuestra misericordia. Nos pesa ¡oh buen Jesús! de haberos ofendido, por ser Vos tan bueno que no merecéis tal ingratitud. Concedednos luz y gracia para meditar vuestras virtudes y formar según ellas nuestros pobre corazón. Amén.

I ES la amistad una de las más apremiantes exigencias y a la vez una de las más dulces satisfacciones del corazón humano. Nuestro corazón necesita comunicarse a otro; así en sus alegrías como en sus tristezas; y esta comunicación afectuosa se llama amistad.

¿Quieres una amistad verdadera? Ten por amigo al Sagrado Corazón de Jesús. A ningún otro corazón podemos arrimarnos con más cierta seguridad de ser correspondidos. Es amigo constante que no abandona, si no es primeramente abandonado. No es como los amigos del mundo, que sólo te sirven tal vez en la prosperidad, y que te olvidan en la aflicción. La amistad del Corazón de Jesús es firme para los que le aman, hasta la muerte y más allá de la muerte. Él velará como fiel amigo junto a tu lecho de agonía, y será tu fiador en presencia del Supremo Juez. Busquemos, pues, esta amistad única, que no puede resultar mentirosa. Sí, Jesús mío, admíteme en el número de los amigos de tu Corazón.

Medítese unos minutos.

II Muchos amigos has tenido, alma mía, en este mundo, o muchos por lo menos se te han llamado tales. ¿Lo han sido de veras? ¡Ah! ¡que nunca lo han sido para ti como promete serlo el Corazón de Jesús! Los amigos del mundo encubren muchas veces, bajo halagüeñas palabras, la frialdad o quizás las miras interesadas. Son inconstantes, mudables, egoístas. Los más firmes no pueden resistir a la separación forzosa que impone la muerte. ¿Quién fiará su corazón a tan vanas amistades?

No así, Tú, dulcísimo Jesús, amor mío, amigo mío; y no obstante, ¡cuán pocos son tus amigos! ¡El mundo tiene concurridos a todas horas sus centros de disipación y de maldades, y Tú encuentras apenas quien alrededor del Sagrario te haga amorosa compañía! Quiero ser de estos pocos ¡oh Divino Jesús! para hacerme digno así de tu amistad. Quiero darte frecuente conversación, ya que tus delicias mayores son tenerlas con nuestras almas. ¡Oh mi Jesús! ¡Oh mi Dios! ¡Oh mi amigo! Seamos los dos amigos para siempre, y no se acabe nunca, ni con la vida, tan dulce amistad.

Medítese, y pídase la gracia particular.

PADRE NUESTRO, AVE MARÍA Y GLORIA (TRES VECES)

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